
Aun no podía creer como es que teníamos que recurrir a la ayuda de razas inferiores por definición como los humanos, para defendernos de aquellas criaturas... Los phaerimm...
Claro que tenía muy presente que los netherinos antiguos habían alcanzado las mayores cotas de poder arcano, pero también sabía que su codicia de poder los llevó a su propia destrucción...
Por lo que, aunque inferiores, destruir nuestra comunidad bien podrían, de haber mantenido los recursos que en la antigüedad poseían. Y aun así nos habían ofrecido una alianza.
La pregunta estaba tácita, flotando en el aire. ¿Habíamos hecho bien en confiar en ellos? La respuesta no había tardado en darse a conocer. A poco tiempo de haber hablado con Loremaster Arnemar unos 30 a 40 de estos seres empezaron a tomar forma entre las sombras del bosque de Eternôska, como si siempre hubieran estado allí esperando la decisión de Arnemar, listos y preparados para cualquier percance o "diferencia" que pudiera ocurrir.

La parte de luz que aun golpeaba los arboles fue de a poco siendo bloqueada por algun recurso sobrenatural de aquellas criaturas, que luego de unos instantes empezaron a mostrarse...
Y sin embargo...
Que hubiera sido de nosotros si los Umbras no nos hubieran ayudado a derrotarles...
Yo no había creído en la sabiduría de Loremaster Arnemar. Incluso había concluido que había sido compelido a que aceptara...
Pero ahora estábamos agradecidos y en deuda con los Umbras por habernos ayudado a repelerlos. Aunque mas que una alianza comercial y el respeto que merecían no habían pedido, sabíamos que por algo nosotros no habíamos percibido diferencias con esta extraña y peligrosa comunidad.
Y es aquí cuando mi historia salta aún más atrás...
Antes aún del tiempo en que los enanos retomaran el control sobre Mithril Hall. Hablamos del tiempo en que conocí por vez primera a Ilynn Greagorus.
Ilynn Greagorus. Aquel humano. Uno de los pocos humanos, si no era el único que había visto crecer en Eternôska. Aún recuerdo como si fuera ayer, aquel compañero elfo que lo trajo envuelto en una manta ensangrentada, desde el norte, de más alla de las Colinas Kapagrís, y el páramo solitario. Supimos su nombre, dado que llevaba una cadenilla con su nombre y apellido
Aunque el no quizo explicar, estaba claro que nuestro elentoronnen tenía sus razones. Aunque mas allá de ellas, el niño no podría vivir aquí.
Pero por alguna razón nuestro hermano elfo, había decidido encargarse de la salud del niño, al menos hasta que pudiera valerse por si mismo. Una gran discusión tuvo lugar, en el Consejo de Sabios, pero nuestro siempre moderado Arnemar se habría hecho cargo de que aquellas discusiones no se fueran mas allá de lo civilizado.
No estuve presente, pero me enteré de la resolución tomada por Loremaster Arnemar, y como soy yo, al igual que aquellos antiguos conservadores del consejo que alzaron la voz, me sentí ultrajado, Loremaster Arnemar había llegado con el consejo pronunciar el dictamen: El niño sería criado por nosotros hasta que pueda defenderse solo.
En mi cabeza, los peores pensamientos revoloteaban como pájaros de mal agüero por mi cabeza.
¿Por que? ¿Por que un niño de raza inferior debería venir con nosotros?, ¡asi pronto vendrán de

Pero no había discusiones con las decisiones tomadas en el consejo. No se como rindieron su palabra tan fácilmente los conservadores, pero no iba a discutir la decisión de los sabios.
Aunque traté de vivir como si el niño no existiera, no podía evitar dedicarle miradas altivas de desprecio, cada vez que pasaba cerca mío. Y pensar que el niño se creía uno de nosotros. ¡Claro que no lo era! Le llevaría un siglo ambientarse a nuestra forma de vida, y eso significa que nunca lo hará.
Pero así fue que Corellon Larethian me dió una lección. Una que nunca olvidaré.