
La casa Lannister era unas de las mas importantes del acaudalado distrito norte de Aguas Profundas, y yo el segundo hijo varón de la casa Lannister, fui nombrado Tyrion Lannister por parte de mi madre Maiel, en honor a su querido esposo y mi progenitor, Tywin.
Había nacido en una época de auge para nuestra familia, y como era tradición en la familia por generaciones, fui alejado de los cariños de mi madre, a la corta edad de 8 años para dejarme en tutoria de unos hombres de unidad clerical de El Vigilante para ser entrenado como caballero, y seguidor del dogma de Yelmo.
Escudo de Lannister
De ese tiempo, rescato que me fue enseñado que la gloria y la valía demostrada al defender a alguien en combate, presentándose a un combate honesto y lo que uno dejaba a los demás era mucho mas importante, que el hecho de realmente vencer ese combate.
Así como el clero de Yelmo me lo enseñó, la vida es eso, son todos los momentos en que estamos previo a esos objetivos, siempre cambiantes. Si nos paramos en cualquier momento a mirar hacia atrás en nuestras vidas veremos como la misma fue la constante persecución de nuevos y cada vez mas altos objetivos, porque los humanos somos así, como una semielfa una vez me dijo, viven rápido, viven apurados, y no ven que la vida se les va.
Solo unos pocos se detienen a en verdad disfrutar de la persecución de sus objetivos. Lo importante no es llegar al final, sino disfrutar del camino.
Y mi camino era la protección de mi familia. Tal y como la tradición lo indicaba, yo aprendería a todo lo que debía de saber del combate marcial en un entrenamiento mas arduo de lo que ningún escudero haya soportado. Y estaba convencido en corazón y alma al igual que quienes me enseñaban, de que de grande no fallaría en mi trabajo.
El símbolo de Yelmo(Arriba)Pero no solo aprendí como entablar un combate marcial, sino como dirigirme hacia los nobles, las casas mas importantes, quien es quien en los altos cargos, y de que se ocupa, como reconocer insignias de las diferentes casas, algo de historia de la creación de Aguas profundas, y otras ciudades, entre otros sucesos importantes y también del resto de Toril.
Llegué junto con un arduo entrenamiento tanto físico como de estudios a completar la base del observador. Y a la temprana edad de trece años junto con otros adolescentes y jóvenes adultos que a diferencia de mi familia, habían empezado sus estudios marciales más tardíamente, hice la jura de proteger a su familia, y los descendientes en un ritual.
Ya estaba listo para volver a casa. Y así lo hice.
Finalmente ejercería como protector de mi familia. Protector de la casa Lannister, ¡Caballero Defensor de Lannister!. Aunque a duras penas podía cargar con la armadura y el escudo, me las arreglaba bastante bien para la edad que tenía, ya que en el arduo entrenamiento había desarrollado un físico paralelo al de un desarrollado muchacho de dieciocho años o incluso más.
Dentro de todo, podía cargar con todo el peso del cargo que buscaba ejercer. Y ejercí, durante un corto tiempo al menos.
Al poco tiempo de empezar a trabajar como guardián de la familia, como el orgullo de la familia, una noche, se efectuó un ataque preparado con meses de antelación a la casa Lannister. A todos los defensores nos tomaron desprevenidos, pero ellos ya sabían todos nuestros puestos, nuestros cambios de guardia, todo. Nunca logré realmente ver a ninguno de cara, su cara estaba cubierta en la mayoría de los casos, y los que no estaba como distorsionada por medios mágicos. Lo primero que pensé, lo primero que se me cruzó por la cabeza fue proteger a la familia. Tiempo después de que al menos creímos afianzada la seguridad, me puse a pensar en quien podría haber sido el promotor de este violento ataque. Y me puse a pensar en que Lannister defendía los intereses de poderosos burgueses. Pero no pude pensar mucho mas ya que sentí un aguijonazo entre las placas de la armadura y posteriormente caí inconsciente.
Incapacitado desperté en un calabozo posiblemente nuestro calabozo, pero yo dado que nunca me había sido ordenado bajar, nunca lo había hecho, pero ahora que estaba allí imaginaba mi padre, Tywin había manejado los hilos para que eso no sucediera.
Pero nada de ello importaba ahora, me encontraba encadenado frente a un par de hombres armados, desaliñados, de edad adulta y que apestaban a suciedad alcohol y podredumbre.

Encontré a mi hermano mayor, Jaime, encadenado en la pared de enfrente de mi celda, casi inconsciente. Nunca lo había visto así, totalmente privado de su constante y carismática sonrisa. y estos hombres lo golpeaban cada vez que se les ocurría. No me imaginaba, no me quería imaginar que había sido de el resto de la familia. La impotencia y la desesperanza estaban minando los preceptos fundamentales de mi juramento.
Y se de reían de mi, quien les replicaba en buenos modos que cesaran, me desencadenaran y se enfrentaran a la ira de Yelmo en un duelo de igual a igual, como cualquiera que se haría llamar caballero haría.
Luego de teatralizar mi reto entre ellos riéndose de buena gana, uno de ellos decidió enfrentarme. Y me dio la llave para que me suelte. No me había terminado de ajustar la armadura y el escudo que aquel hombre ya atacaba. Logre esquivar un par de golpes y rechazar todos los ataques posteriores con el escudo, pero por los fuertes golpes, mi brazo había quedado entumecido. Pese a las bebidas estupidizantes que el hombre había tomado, la fuerza que poseía y su habilidad demostrada en combate hacia de el un oponente digno para mi, en cuanto habilidad al menos. Pero carecía de la gallardía de un combatiente limpio. Me convencí a mi mismo que este hombre no entendía el propósito de la vida, y que yo, al si saberlo, tenia la ventaja, al tener confianza en la vida y que El Vigilante guiaba mi hoja y escudo.
Pero mi fuerza conforme el combate avanzaba empezaba a fluctuar. Mi inexperiencia eventualmente superó a mi fuerza interior y mi temple, y mi espada voló por los aires. El brazo que sostenía el escudo ya había perdido toda sensibilidad, y el otro hombre tenia su hoja, un mandoble empuñado con ambas manos, apuntando a mi cuello.
Y deshonrado, posteriormente me ubicaron en una doncella de hierro. Disfrutando de mi derrota. La tortura fue terrible, no quiero seguir recordando los porqués de las múltiples escarificaciones que tuve en espalda y abdomen. Recuerdo que tampoco me dejaban dormir, se turnaban para mortificarme. Estaba a punto de caer en la inconsciencia cuando escucho un grito de un grotesco vozarrón.
"Así que la ira de Yelmo eh? Protege a tu hermano de esto!"Y mi hermano gritó. Ante mis ojos, el otro de los hombres le había penetrado con una daga en su estomago. Yo lloraba, al tiempo que todas mis convicciones se derrumbaban, mi hermano se estaba desangrando, y no habia nada que pudiera hacer.
"Idiota!, que has hecho, ahora la guardia regresará!" Fue lo que le recuerdo haber oído al otro.
Casi inmediatamente después, por un importante golpe con la empuñadura de uno de los hombres vuelvo a caer inconsciente.
Creí que moriría. Pero recuerdo abrir los ojos levemente para distinguir dos borrosas figuras, ataviados como guardias Agundinos, ambos agachados mirándome y tratando de hacerme sobrevivir. Yo mire entre ellos con una expresión vacía en mi rostro, y enfrente mio un lugar ensangrentado era toda la prueba de que mi hermano había estado enfrente mío. Ya no estaba. Y yo perdí la conciencia.
Desperté en un lugar que bien conocía, la iglesia de Ilmater. Allí los heridos eran tratados sin pedido de retribución, dado que el Dios quebrado se ocupa de ampararles.
El Dios quebrado se ocupa de ampararles...
Y que hay de mi dios?
¿Por qué no pude defender mi familia?, ¿por qué no fui mejor que aquel borracho? ¿Es que mi devoción no era suficiente?
Pero no era culpa de mi Dios. Era culpa mía, y lo sabía, tal vez mi edad, mi inexperiencia, mi confianza en que El siempre estaría protegiéndome, como yo lo hacía con mis protegidos... O quizás todo eso junto. Quizás todo eso era una sola cosa.
Y sobre todo, ¿que haría ahora? ¿cual era ahora el propósito de mi vida? ¿Que hace un protector vivo, cuando sus protegidos probablemente hayan muerto, y el no haya hecho nada al respecto?
En este punto me dí cuenta que mi existencia era ahora banal, incluso más, una deshonra para mi familia. ¿De que valía seguir vivo? Y me sumergí en mis temores y mis dudas, durmiéndome nuevamente en la cama que se me había proporcionado y de la que aun no podía levantarme por mis propios medios.
En sueños recurrentes durante esos días, me encontré a mi mismo caminando con la cabeza gacha a lo largo de un sinuoso camino donde a los costados había oscuridad y cada tanto una refracción de luz aparecía de arriba y veía una escena en la que mis amigos de confianza, y todos aquellos a quienes había jurado proteger, eran asesinados, uno a uno, yo, estaba armado con mi armadura, y mi escudo, y mi hoja de confianza, pero el escudo no era el de mi familia, sino que estaba un poco modificado, era el leonino dorado de perfil, agarrando una moneda de dos caras. Yo estaba confiado, aunque no sabía por qué. Intenté desviarme el sueño, no podía mover las piernas, estas se movían solas, llevándome en el centro de aquel camino, a través de montones de situaciones que seguramente sucedieron en aquel ataque. La ultima de mis imágenes era la de mi hermano mayor, desfalleciendo en nuestro calabozo.
Cada vez que despertaba, lo hacía con un sudor frío en mi frente, y una sensación de miedo y poder y todo el deseo de cambiarlo todo, de haber llegado a darme cuenta del ataque antes, si tan solo hubiera esquivado aquel elemento que me dejó fuera de combate. Mi sed de venganza no hacía mas que aumentar en cada sueño.
Luego del tercer día, ya me había recuperado lo suficiente, y agradecí a los devotos de Ilmater por el cuidado que me proporcionaron, ofreciéndome a pagar como desearan ya que no era mi costumbre aceptar ayuda y tampoco lo era no retribuirla, pero los sacerdotes se negaron.
Podía caminar aunque con dificultad, pero no podía volver a aquel lugar al que había jurado proteger y que sin duda no pude, así que empecé a vagabundear por los callejones de los distritos más oscuros, dejándome llevar por mi dolor, mi trauma y mi culpa.
Y digo que es la estrella de mi verdadero dios la que me guió hasta aquella inhóspita y vulgar taberna.
Pese a mi corta edad, mi cuerpo estaba bastante avanzado y daba el aspecto de un joven luchador bien preparado. Aunque yo no era eso ni mucho menos.
Unos tres o cuatro hombres de exótico aspecto, se diría que vendrían del este lejano de Faerun, Skuld o alguna ciudad de aquellas regiones, estaban tomando unas bebidas, y uno de ellos lanzaba una moneda al aire una y otra vez.
Aquellos hombres parecían mercenarios, pero no parecían cualquier mercenario, un par parecían gente que de cruzarte en la calle no los identificarías como mercenarios, pero si por su extraño vestuario y acento, como extranjeros. Los otros dos, en cambio, parecían tener experiencias en batalla, ya sea por sus exóticas armas con múltiples muescas, las abolladuras en sus armaduras, o las cicatrices que marcaban su cara y brazos, claramente cicatrices de enfrentamientos.
Luego de haber hablado con el resto de su grupo, uno de los hombres que podía pasar desapercibido, corrió su toga para descubrir parte del pecho, donde tenia múltiples cicatrices paralelas y con una daga se trazó una herida paralela a las mismas. Yo lo había visto de reojo y por lo visto había sido el único, ya que era el único interesado en las cosas de los demás en aquel sucio y descuidado y maloliente albergue.
Y se dio que un movimiento no esperado del hombre de aquel grupo con armadura hizo que el que tiraba la moneda se le cayera; el hombre trato de hacer un par de movimientos en vano ya que la moneda indefectiblemente seguí su camino al piso, y una vez allí rodó hasta estar cerca de donde estaba yo.
La moneda era claramente, la moneda de mi sueño, la moneda que en mi sueño presentaba en mi escudo. El de armadura se levantó a buscarla, y al acercarse a mi se agacha para levantarla, no sin antes decirme,
"Saludos hatzilej" y hacerme una leve reverencia. Pese a mi turbación por lo que había pasado, mi sueño me había mostrado tantas cosas, que no podía esquivar preguntarle.
"Saludos guerrero, ¿que es esta extraña moneda?""Nada que te importe, chico, es ... una moneda de oriente. Una moneda de la suerte." - Me respondió aquel hombre al tiempo que me daba la espalda y volvía a sentarse.
Me quedé con las palabras en la boca, tenía que decirle. Pero tuve la sensatez de decírselo al acercarme a la mesa.
"He visto esa moneda en un sueño." Dije, y todos en aquella mesa me miraron con aire de sorpresa.

Inmediatamente pasada la sorpresa de momento empezaron a hablar en un extraño lenguaje. Se formó una discusión importante pero breve. No estaba seguro de que, pero el hombre de armadura se negaba.
Al fin, pareció ceder, y todos se giraron hacia mi.
"¿Y cuanto hace de este sueño, hijo?" Dijo amablemente quien no estaba del todo convencido de preguntarme.
"Los últimos días ha pasado por mi mente, en la noche. En mi sueño, el símbolo estaba en mi escudo cuando terribles cosas sucedían a mi alrededor. Y a mi."Lo que llevó a nuevamente caras de sorpresa, los cuales también se pusieron a discutir, y esta vez resulto claro que todos estaban de acuerdo.
"Dime Hijo, ¿no sientes desde cierto momento critico que haya sucedido en tu vida, que tus creencias han hecho un quiebre y no cubren todas las preguntas que te haces ahora? ¿Que algunas cuestiones ahora te son vanas? ¿Y que otras que te resultaban una repulsivas empiezas a ver con buenos ojos?" - Me dijo el emplacado
"¿Y que si digo que si?" - respondí, a la defensiva
"Dados los acontecimientos, podemos ofrecerte una respuesta a todas aquellas dudas, y cuestiones que no cierran, pues hemos visto aquellas cosas que aun tu no.""No tengo nada que perder" - Solté encogiéndome de hombros, y dejando detrás mi vida pasada.
"Entonces tengo mucho por enseñarte, serás mi janij
. Pero ante todo, te hablaremos del Portador de Perdición"Fui con estos hombres que me enseñaron de aquella deidad, ahora mi deidad, todas esas cosas que Yelmo no había llegado a cerrarme. El dogma de estos hombres había completado y cerrado completamente en mi cabeza. Incluso lo hacía de tal manera, que ahora, cuando soñaba aquellos sucesos, continuaba a través de mi sinuoso camino, para luego encontrarme en la situación de encontrarme cara a cara, con aquellos causantes de la destrucción, de mi agonía, y destruirles, no sin antes sentir el placer de la venganza, algo que nunca antes había llegado a comprender...
Los años empezaron a pasar; mientras viajé con ellos, también aprendí el verdadero concepto de justicia, repartiendo lo que aquellos que malas hierbas habían cosechado deberían recibir.
La lentitud del proceso burocrático era algo que a veces, la justicia no podía esperar, menos incluso, cuando quienes hay que apresar se esconden tras el mismo proceso. Y era ahí cuando la gente, que sufría las desventajas del dinero, posición social, o falta de pericia marcial para enfrentarse a las injusticias recurrían a los lugares de mala muerte, en busca de asesinos, o mercenarios que hicieran el trabajo que requerían.
"Defiende la verdadera y adecuada justicia y mantén el espíritu de la ley, no su letra."
Pero nosotros no eramos asesinos, ni mucho menos. Nosotros primero averiguábamos la verdadera culpabilidad de los sospechosos, y luego sopesábamos que deberíamos de hacer con ellos.
"Siempre se acaba recibiendo la recompensa adecuada por las acciones que cometemos."
No cobrábamos por nuestra misión, aceptábamos aquello que la persona nos otorgaba, a veces nos cobrábamos, del culpable.
Los años llegaban y conforme estos venían uno tras otro, fui aprendiendo del Portador de Perdición, una verdad, tan completa, que el solo pensar en ella, me revitalizaba en los momentos más duros, incluso en combate, con una tenacidad, que ni siquiera mi nuevo mentor había visto. Esto combinado con la pericia marcial obtenida en el entrenamiento como caballero, habían hecho de mi un combatiente formidable.
Por los barrios bajos y las cofradías de las ciudades de la costa de la espada, se corrió la voz de nuestra existencia, ya que solo íbamos por referencia de referencias. Nunca mostramos nuestras verdaderas motivaciones, ni religión. Eramos fantasmas. Yo seguí manteniendo el escudo con el símbolo de Yelmo, al igual que decía profesar las creencias de esta deidad. Esto no era del todo verdad. Pero no era mentira tampoco.
Mi devoción era por el Portador de la Perdición, pero mis costumbres iban con el Ojo Vigilante. Ambas deidades se cumplimentaban a la perfección, pese a que en el panteón, como pronto aprendí, estas tendrían sus roces. En la compañía de mi mentor eramos conocidos como El Ojo de la Ironía.
Bajo esta forma de vida, decidí investigar que había sucedido en verdad, con la familia Lannister.
Con cada descubrimiento acrecenté mi afianzamiento por mi nuevo dogma, experimenté una revelación, donde se me propuso que extienda la justicia que la sociedad no trae, a través de mi mano. Y a cambio conseguiría la justicia final sobre quienes fueron culpables. Pero que no apure mi mano, sino que me asegure de la culpabilidad de los sospechosos. Yo Tyrion Lannister acepté, y recibí la bendicion del Puño de la Venganza. Ahora mi dios realmente estaba en comunión conmigo. Y sus edictos resonaban en mi cabeza como fuerza sólida.
Asi fue como me separé de la compañía, para hacer lo que hacía tanto que me prometí hacer: dar con los que causaron la caída de Lannister, y devolverles con la misma moneda.

Volví a Aguas Profundas. Había pasado mucho tiempo... Quizás demasiado. Tyrion Lannister, mi nombre, no sonaba a nada; Lannister era una familia que había quedado pronto en el olvido. Quizás por miedo, o por ignorancia. O quizás en realidad todos la reconocían, pero el proceso de investigación era tan problemático que la existencia de aquella familia había quedado cubierta con una mentira, para no asustar a la población local y hacer que los burgueses decidieran llevarse sus tratos comerciales a otras ciudades. Todas aquellas suposiciones me eran en realidad ajenas. Ya no era importante. O incluso me sería útil.
Escudo de Baratheon
Decidí averiguar que había sido de la familia, que habían dejado entrever las autoridades de la ciudad del esplendor. Encontré que Tywin Lannister, Señor de la casa Lannister, mi padre, había muerto.
Maiel Lannister, mi madre, y su esposa, se corrió el rumor de que había sido violada, y que inmediatamente pasado el suceso se casó con Robert Baratheon por razones políticas.
Y, lo mas perturbador que pude saber, fue que Maiel tuvo una hija bastarda que fue tomada como hija de Baratheon, aunque la nueva esposa había asegurado estar embarazada de Tywin dado que Robert se comentaba que no compartían la cama y se notaba su embarazo. ¿Sería realmente mi hermana?
Se dice también que Maiel, nunca sale de la mansión Baratheon, y los rumores están divididos, muchos creen que está loca, mientras que otros aseguran, de boca de los sirvientes, que nunca se recuperó del ataque, y tiene pesadillas recurrentes.
Mis investigaciones no cesaron. Aunque estas me llevaron a descubrir lo que espero sea equivocado... Volví al lugar del hecho, Las pistas me llevaron a que la casa Baratheon fue la maquinadora del suceso, pero no hay pruebas fehacientes...
Yo había regresado a Aguas profundas con mi nuevo dogma arraigado en el corazón y llamé a las puertas de Baratheon.
Una ama de llaves vino a recibirme, y pedí de hablar con la señora de la casa, que Tyrion le buscaba. Envuelta entre miedo y alegría mi madre me reconoció y tuvo allí uno de sus últimos destellos de felicidad. Ella me presenta a mi (¿media?) hermana, Melissandre, quien en ese momento tenía siete años.
Aquellos que me reconocían, antiguos guardias y veteranos de Yelmo, me recibían con un calor que me hacían recordar a mis años mozos, cuando joven, y mi devoción estaba con Yelmo. Una devoción del pasado que yo había decidido respetar.
Fue en ese momento que recordé mi juramento de vida, aquel que hice de joven al Ojo vigilante, que protegería a mi familia. Mi madre me hizo pasar, nos sentamos en unos cómodos sillones, sillones que yo recordaba de cuando mas joven.
Maiel preocupada me preguntó que había sido de mi, como era que no había vuelto en todo este tiempo, porqué había tardado tanto en volver, y yo... nunca pude explicarle la vergüenza que sentí, la impotencia de no poder cumplir con mi misión, a pesar de en ese momento haber tenido tan solo trece años. Simplemente esquivé aquella respuesta y dije aquello que era en parte verdad.
No sabía que había alguien vivo.
Mi madre me puso al día con todas aquellas cosas que yo supuestamente no debería de haber sabido, de no ser porque había estado averiguando, la muerte de mi padre, la desaparición de mi hermano Jaime, la vida como Baratheon. Curiosamente evitó la conversación sobre la ocasión del nacimiento de la pequeña Melissandre.
No obstante, si me comenta que desde hacía un tiempo, que había descubierto un extraño problema, que, cada vez que el temperamento de la niña se iba mas allá de su autocontrol, se chamuscan las telas de los alrededores.
Al llegar Robert Baratheon a su casa, no me reconoce a primera vista, aunque luego si, y decide, dado la reputación

que me precedía como entrenado descendiente de los Lannister, emplearme como custodio de su mas preciado bien, el pequeño Joffrey de dos años, con la única condición bajo palabra de caballero, de que nunca mencionaría la familia Lannister. Yo, con la joven edad de 20 años, aunque de un modo incomodo había encontrado una forma de poder estar mas cerca de mi cometido. Aunque desconcertado de que me diera tanta confianza, acepté, y decidí hacer que el tiempo me muestre las cosas tal como son. Además de que estaría cerca de lo mas preciado de mi principal enemigo, tan cerca de cumplir mi cometido en caso de descubrir lo que buscaba.
Pero luego de reflexionar, me di cuenta que apagar esa pequeña luz de existencia que recién llegaba a este mundo también estaría faltando a su promesa que de joven había hecho, ya que aquel retoño de vida tenía la sangre de mi madre en sus venas. Tenia sangre Lannister.
Las pesadillas de Maiel se fueron haciendo cada vez peor con el paso de los años. Un buen día no soportó mas aquel sufrimiento y se ahorcó, o eso fue lo que pareció, ya que nunca pude averiguar lo contrario. Melissandre fue la primera que lo descubrió, e incendió aquel salón, a costa de varias quemaduras, logré sacarla viva de allí.
A pesar de la muerte de mi madre, no perdería a mas familia. Cumpliría mi promesa. Y fui a rescatarle del medio del fuego que crepitaba aquel salón derrumbándose, cuando ella ya había perdido el control del mismo.
Quince años pasaron. Melissandre aprendió a controlar su problema, y a usarlo para su propio beneficio, pero también aprendió a hacer eso con sus encantos. Lo que me desagradó, una Lannister no debería de verse nunca en esa posición, es lo pero que podría haber pasado. Pero no faltaré a mi palabra. Aunque me desagraden sus métodos.
Quien era yo para juzgar, teniendo en cuenta los planes tan meticulosamente retorcidos que había urdido para con los Baratheon durante tanto tiempo...
A su vez el pequeño Joffrey fue enseñado de pequeño en todos los conocimientos de historia, idiomas, y adquirió toda la sabiduría que dicen uno de los grandes sabios de Candelero, Petyr Baelish pudo proporcionarle.
Luego fue instruido, como la familia había decidido, y con el consentimiento de el joven Joffrey, en las enseñanzas del Derecho Divino. En un Avezado clérigo de Siamorphe se convirtió.
Yo me convertí en mas que un protector del joven, también en el amigo y compañero, prácticamente era su hermano mayor, y en realidad eramos medio hermanos. Solo que Joffrey aún no lo sabía, y, como había sido enseñado, mantenía la distancia como si de un protector contratado de la familia se tratara, aunque con una familiaridad que con ningún otro soldado había tenido, ya que era su protector personal.
Soy su protector personal.
Me desentendí de Melissandre desde que me enteré de la
"facilidad con la que entablaba amistad" con los hombres en general, con tal de escalar posiciones. Aunque nunca dejé de cumplir mi promesa por ello.
Tyrion Lannister
Ahora, como culminación de sus estudios de clerigo o por alguna razón del sacerdocio de Siamorphe, Joffrey debía de viajar, por primera vez sin compañía del clero, ya que esta vez salía como clérigo el solo.
Clérigo de Siamorphe, con la joven edad de 17 años...
Yo con mis 35 años, aún podía seguirle el paso, escudándolo con el Ojo vigilante de Yelmo, y aunque sentía que no era el mismo que cuando más joven, una fiel devoción interna a Portador de Perdición, y para con mi secreta misión, hacía que mi jovialidad se demostrara en cada momento.
Con las experiencias que yo había vivido, mi percepción de la justicia había cambiado. Ahora la justicia era real. Y aprovecharía para enseñarle lo que había aprendido.
La violencia tendrá violencia y el mal recibirá el mal a cambio, pero el bien también llegará a aquellos que hacen el bien.
Joffrey Viajaría. Baelish, El Consejero y yo con el iríamos. Y Melissandre, a ultimo momento, decide venir en el viaje con nosotros. Aunque escapa a mi razonamiento el porqué ella desearía emprender un viaje tal...
Ya lo descubriremos. Yo aprendí que la paciencia es de mis mas grandes cualidades.
Yelmo nos Proteja y Hoar guíe mi espada.
Tyrion Lannister
Caballero Cruzado